Todo tiene una razón y, por ende, todo comienzo tiene un por qué. El por qué de este comienzo también tiene un origen, que se remonta a mi gusto por leer y escribir. Escribo desde que tenía 12 años, pero lo cierto es que no he sabido guardar el equilibrio entre lo que leo (muchísimo) y lo que escribo (poquísimo). Eso no puede ser: si recibo, también debería dar.
No es que piense que el mundo se está perdiendo un prodigio literario conmigo, sino que soy yo la que me estoy perdiendo la utilidad de ordenar las ideas y perpetuar los pensamientos, por inútiles que estos sean. Los más inútiles me servirán para discriminar a los más útiles y, así, no serán tan inútiles.
En pocas palabras: Este blog responde a la necesidad (quizás temporal por mi carácter novelero) de compartir lo que pienso con el único objetivo de recordarlo y registrar así el proceso de cambio que todos vivimos a lo largo de la vida. No quiero entretener, no quiero ser protagonista de cotilleos, no quiero coleccionar nostalgia: quiero compartir, con todos y conmigo misma, las diferentes impresiones que el paso del tiempo otorga a un mismo acontecimiento.
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